Enrique Goyret se sentó frente a su computadora el pasado 5 de octubre como cualquier otro día en su casa de Bella Vista. Había una diferencia: se lo iba a evaluar como hacía mucho tiempo no sucedía. Buscaba un trabajo. Con más de tres décadas de experiencia como analista de sistemas en el Citibank y otras empresas, había incursionado en el mundo de la programación con 68 años y estaba a un par de líneas de código de quedar preseleccionado para una posición en Qrono, una empresa estadounidense que desarrolla soluciones para sistemas de reservas.

“Me dieron un ejercicio que tenía que resolver en una hora y tenía que compartir mi pantalla para que otra persona del otro lado viera cómo lo iba resolviendo. La cuestión del tiempo me pone nervioso y en un par de entrevistas me fue mal. Aunque en una oportunidad creo que me fue bien, pero me dijeron que lo había hecho mal quizás por mi edad”,
 contó.


Pero esta vez no fue así y con la ayuda de Google y sus apuntes de la cursada en Henry (una academia que forma programadores sin cobrarles nada durante la cursada, sino que el alumno empieza a abonar recién cuando consigue trabajo) consiguió resolver la tarea en 50 minutos y de una forma satisfactoria para la empresa. “Luego tuve otra entrevista con uno de los socios y otra vez tuve que contar mi historia. En el día me aceptaron”, continuó.

Su hoja de ruta es esta. En 1978 se recibió de analista en sistemas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), en donde inicialmente había estudiado ingeniería electrónica. Luego trabajó en varias empresas hasta que en 1982 ingresó al Citibank en Argentina para después continuar en sedes de la compañía en Aruba, Miami y Londres hasta que, 10 años después, en 1993, volvió a la casa matriz en el país hasta 2008, cuando continuó asociado a la firma como consultor.

En los últimos cinco años, en tanto, trabajó para una pyme que exporta lanas automatizando sus sistemas administrativos.

“Cuando empezó la pandemia comenzó a mermar el trabajo y ahí es donde empieza mi proceso. Tenía toda esa experiencia y, si bien me había jubilado a los 65 años, quería seguir generando ingresos para mantener mi nivel de vida y todo lo que se pedía estaba relacionado con desarrollo web en distintos lenguajes. Vi un artículo en el diario que hablaba de la academia y pasé distintas etapas hasta quedar seleccionado para la cursada full time”, recordó.

Durante cuatro meses cursó todos los días de 9 a 18 y más también, porque muchas veces tuvo que volver a ver las clases grabadas. El 31 de agosto de este año se recibió de full stack developer. “Para mí la cursada fue difícil, intensa, pero posible. Así que les digo a los veteranos y los no tan veteranos que nunca es tarde para aprender algo nuevo si se tiene la voluntad de hacerlo y que las posibilidades de contratación son bien reales. En mi caso se valoró mi experiencia profesional anterior a pesar de no tener nada que ver con desarrollo web, y además no les importó que no tuviese conocimientos de dos tecnologías de backend que utilizan, Python y Django”, afirmó.

Según Goyret, en la comunicación interna de la empresa para presentarlo, se sostiene que “tuvo una impresionante carrera trabajando como ejecutivo en el Citibank y recientemente decidió transicionar al codeo full time”.

Consultado por el caso de Enrique, Martín Borchardt, unos de los fundadores de Henry, dijo que “todas las personas pueden formarse en las últimas tecnologías que hoy requieren las compañías y acceder a empleos más atractivos y mejores pagos, siempre y cuando demuestren constancia y compromiso”. “No hay barreras: ni la ubicación geográfica, ni el background, ni el género, ni la edad”, agregó.

El sueldo promedio nacional para el puesto de junior developer full stack es $85.093 por mes en la Argentina, mientras que trabajando para los Estados Unidos se puede ganar entre US$1000 y US$1500.


Según la Cámara de la Industria Argentina del Software (Cessi), cada año en la Argentina quedan 15.000 puestos por cubrir en programación y el número puede ascender a más de 900.000 si se toma en cuenta la demanda insatisfecha a nivel regional

Un equipo de investigadores, que excavaban una red de cuevas en el Peñón de Gibraltar, descubrieron una nueva cámara que estuvo sellada durante al menos 40.000 años, y que podría ayudar a resolver los enigmas sobre la cultura y las costumbres de los neandertales que ocuparon la zona durante más de mil siglos.

En 2012, los arqueólogos comenzaron a examinar la cueva de Vanguard, que forma parte del complejo de la cueva de Gorham, considerada como uno de los últimos lugares habitados por los neandertales, para determinar sus verdaderas dimensiones y comprobar si contenía algunos pasajes y cámaras ocultas que habían sido taponados por la arena.

El mes pasado, el equipo dirigido por el profesor Clive Finlayson, un biólogo evolutivo que ejerce como director del Museo Nacional de Gibraltar, se topó con una abertura en el sedimento, que ensancharon y atravesaron agachados. Este pasadizo los condujo hasta un espacio de 13 metros, donde las estalactitas colgaban del techo de la cueva y las paredes rotas de la roca sugerían que un antiguo terremoto había causado enormes daños.

“Es toda una cámara entera. En cierto modo, es casi como descubrir la tumba de Tutankamón porque entras en un espacio en el que nadie estuvo en 40.000 años. Es extraordinariamente asombroso”, indicó Finlayson al periódico The Guardian.

En la superficie de la nueva cámara, los expertos encontraron los huesos de la pata de un lince, vértebras de una hiena y el resto del ala de un buitre.
 
“Algo arrastró las cosas hasta allí hace mucho tiempo. También hemos encontrado seis o siete ejemplos de marcas de garras arañadas en las paredes de la cueva. Normalmente se asocia ese tipo de marcas de garras con los osos, y tenemos restos de osos en la cueva, pero me parecen un poco pequeños. Me pregunto si el lince, cuyo fémur encontramos estuvo arañando las paredes”, manifestó Finlayson.

 

Aunque los huesos no mostraron cortes ni marcas consistentes con la intervención humana, son interesantes en sí mismos.
 
Además, el equipo encontró un enorme caparazón de ballena de perro (una especie de caracol marino) que plantea algunas increíbles posibilidades. “Esa parte de la cueva está probablemente a 20 metros por encima del nivel del mar en la actualidad, así que está claro que alguien subió allí en algún momento hace más de 40.000 años. Eso ya es un indicio de que hubo presencia de individuos allí arriba”, aseguró el científico.


En otros lugares de las cuevas, el equipo recuperó diversas pruebas de la ocupación por parte de los neandertales, desde fogones y herramientas de piedra hasta restos de animales despedazados, como ciervos rojos, cabras salvajes, focas y delfines. “Una de las cosas que hemos encontrado en muchos niveles de esta cueva es una clara evidencia de ocupación: fogatas y restos de comida”, detalló Finlayson.

Hace cuatro años, los investigadores habían encontrado un diente de leche de un niño neandertal de cuatro años en una zona frecuentada por hienas. “Seguimos buscando allí, pero no hubo ocupación por parte de los neandertales en ese nivel, así que sospechamos que las hienas tomaron al niño, lo mataron y lo arrastraron hacia el fondo de la cueva. Estamos buscando más evidencias para ver si hay otros restos del mismo niño”, dijo el biólogo evolutivo.

El equipo de especialistas conserva las esperanzas de que su excavación hacia abajo desde el vértice de la cueva pueda conducirlos hasta cámaras laterales e incluso hacia otro lugar de entierro. “Lo que no hemos encontrado es dónde enterraban a sus muertos. Una cámara en el fondo de una cueva podría ser bastante sugerente. Es una especulación total, pero uno no enterraría a sus familiares en la cocina o en el comedor”, expresó Finlayson.

En las próximas semanas, los arqueólogos explorarán y excavarán más profundo en la cueva porque consideran que la nueva zona descubierta podría aportar valiosas pistas sobre la existencia y la vida en sociedad de los neandertales costeros y mediterráneos.

“Estas cuevas nos proporcionaron una gran cantidad de información sobre el comportamiento de estas personas. Y lejos de la antigua visión de seres brutos y simiescos, nos estamos dando cuenta de que en todos los aspectos eran humanos, y capaces de realizar la mayoría de las actividades que los humanos modernos son capaces de hacer. Incluso sabemos que intercambiaban genes”, dijo Finlayson.

Para el biólogo evolutivo, la búsqueda se encuentra más allá del descubrimiento de esqueletos: se trata de averiguar quiénes eran los neandertales, cómo vivían, cómo murieron y cómo sobrevivieron. “Me enorgullece decir que me hice un examen genético y que tengo un dos coma algo de ADN neandertal. Podría decirse que nunca se extinguieron porque todavía hay un poco de ellos en nosotros”, concluyó. /Yahoo Noticias

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