Una persecución en Las Lajitas terminó por destapar una estructura narco con múltiples ramificaciones, donde un salteño operaba como puntero para facilitar el traslado de estupefacientes. La escena comenzó cuando Gendarmería intentó detener un vehículo que llevaba más de 21 kilos de cocaína y marihuana. El conductor huyó, pero fue interceptado y capturado con el cargamento en el baúl.
La pesquisa posterior reveló la participación del salteño, quien conducía uno de los autos que alertaban sobre la presencia de fuerzas de seguridad. Su tarea consistía en recorrer la ruta provincial 30 antes del paso del vehículo principal, enviando mensajes a los implicados para evitar retenes o controles. Fue ubicado y detenido meses más tarde en la provincia de Santiago del Estero.
La causa sumó evidencias clave: peritajes telefónicos, registros de cámaras de seguridad, informes de tránsito y documentos vinculados a los viajes del implicado. Los fiscales establecieron que el acusado cumplía un rol estratégico dentro del circuito delictivo. Uno de los mensajes más comprometedores advertía textualmente sobre un retén en Las Lajitas, pero nunca fue leído a tiempo por el conductor principal.
Este rol de puntero fue lo que terminó incriminando de lleno al salteño, cuya participación permitió facilitar el tráfico de más de 218 mil dosis de droga. La estructura criminal contaba con logística, tecnología y una división clara de funciones. Desde el Ministerio Público Fiscal destacaron que la aplicación del nuevo sistema penal permitió avanzar más allá del eslabón más débil de la cadena.
El caso refleja un patrón creciente en el norte del país, donde las rutas secundarias son utilizadas para el narcotráfico con apoyo de actores locales. El uso de punteros es una de las estrategias más recurrentes para evadir controles. La situación plantea un desafío para las fuerzas de seguridad y expone cómo ciudadanos comunes pueden transformarse en piezas clave de redes criminales bien organizadas.